Sí. Yo de niña dije muchas veces "¿me da MI calaverita?" y nunca supe de dónde provenía tal frase. Sólo sabía que era mágica y cuando la decía, venían a mí los dulces, paletas, palomitas, muéganos, chicles, raspatitos y esas cosas que daban las genteS decenteS del fraccionamiento. Los demás culeros hasta pasas daban, o sea noooooo. O galletas de higo. Casi casi nos dan Kroketas Kampeón, no mamar.
Un tiempo después me tocó salir pero ya no como niña sino como "cuidadora". Y mi sobrino pedía "truco o trato", porque iba en escuela bilingüe (ahora el muy pocho diche "treat or trick", porque vive en Orlando, pero está cabrón que le den dulces sus vecinos porque los gringos son muuuy malos vecinos, así como el de Big Daddy, de culeros y valemadres).
Y ahora, que no tengo sobrino y ya alcanzo el timbre, me toca quedarme encerrada los días de pedir calaverita. Previa visita al mercado, me hago de calaveritas de azucar y chocolate, mueganitos y obleas dulces... obvio, para mí sólamente. Afortunadamente, tener un enorme y temible perro tiene sus ventajas esos días, pocos son los osados que pasan sin mirar sus fieros ojos y no salir huyendo aterrados; sin embargo eso no me salva que en los cruceros, esquinas, plazas públicas, semáforos, el metro y cualquier calle pues en general ¿veá?, me corte el paso un chamacuelo sucio y mocoso, observado desde lejos por un hombre granoso y con cara de maleante, pidiéndome apenas perceptiblemente "¿no me da PARA MI calaverita?". O a veces ya no tan mocosos, ni chamacos, pero igual sucios y amenazados por su master, con la misma pregunta: "¿no tendrá que me de PARA MI calaverita?".
O sea, ¿cómo? Explícame, Freud. O McLuhan o yo no sé quién, pero que alguien me explique. ¿Cómo que "para mí calaverita"? ¿La moneda actual de estas fiestas ahora es CUALQUIER moneda, que no sea de chocolate? ¿A cuánto está el tipo de cambio dulce/peso? ¿Ahora los niños son lo suficientemente independientes y aventados que, para evitarnos la fatiga de ir a la Merced por nuestros dulces a granel, nos piden directo el presupuesto octu-novembrino?
Un día, cuando andaba aprendiendo a manejar, en el semáforo de Churubusco y Ermita se acercó una niña y me hizo tan temible pregunta. Como nomás traía monedas de a 10 en el encendedor, y venía comiendo gusanitos de goma del cine, de los cuales me sobraban como 5, pues agarré la bolsa completa y se le dejé caer en su calabacita de fayuca. Indignada, la escuincla se le queda viendo a las viboritas, a mí, a las viboritas, a mí, a las viboritas a mí y finalmente al encendedor que sirve de "morrallero". Entonces introdujo su mano en la calabaza, sacó la bolsa con viboritas y me la dejó caer en las piernas, alejándose con cara de "jaetuputamadre".
Lo peor, damas y caballeros, no es que me haya devuelto los dulces. Digo, me los venía comiendo tan rico que hasta gusto me dio. Y el episodio con la niña no pasó a mayores. Lo peor, decía, es que ya es práctica común que los niños más lanzados que se atreven a ignorar al perro y llegan hasta mi puerta, al escuchar mi consabido "no tengo dulces, largo", me griten "¡pues dineroooooo!". O sea... ¿dinero? ¿De dónde? ¿Y cuánto? ¿Si les doy mis morrallitas de 10, 20 y 50 centavos me dejarán ver la tele en paz? Claro que no. La maldita infancia actual es ojete y manchada. No estarán tranquilos hasta que les firme un cheque al portador por el costo de un pase a Six Flags. No claudicarán hasta vaciar mi cochinito de dólares. Ni se darán por vencidos hasta que el poco patrimonio que me han ido dejando mis padres quede en su poder. Las escrituras, el coche, ambas computadoras, la tele, hasta mi título van a querer.
Y no los voy a dejar.
Por eso, este año, no hay Halloween. Ni Día de Muertos, nomás el pan. Este año no habrá mono colgado de la azotea, ni telarañas en los arbustos. Este año el día de Todos los Santos será erradicado del 35-12.
Y aguas, Navidad. La psycho madre ya amenazó que no quiere poner este año el árbol. Sigues tú.
Mejor vámonos acá:
Y así nos quitamos de broncas.