Thursday, November 02, 2006

Soy una maldita vieja amargueitor.

Llámenme mamona, amargada, limón, como quieran. Pero de verdad, no soporto a los niños en estos días. O sea, obvio porque no me parece lo que hacen. Yo lo comparo con lo que hacía en mi infancia. Recuerdo, ya sé que fue hace mucho pero sí recuerdo, que estos días eran especiales y nos esmerábamos padres e hijos en los disfraces. Entonces las máscaras no eran tan wows como ahora. O más bien, las wows eran muy caras. Entonces desde mediados de octubre nos poníamos a pensar en el disfraz, cómo llevarlo a cabo e incluso la ruta de la pedida de calaverita.

Entonces se designaba un chaperón, usualmente el hermano mayor de alguno de los pequeños. O a veces eran TODOS los hermanos mayores, porque éramos todos amiguis amiguis. Así, el pequeño grupo se ponía en camino por Cólica hacia la escuela, pasaba de largo la primer cuadra de Coconetla, casi siempre oscura y llena de antipáticos (todo esto lo sabíamos por la experiencia de los mayores). Llegábamos a la segunda cuadra y a darle, después bajar por Zumate, tomar Oyameyo, ambas cuadras, bajar por Cólica, Papaloaque (wiiii, a estas alturas ya teníamos raspatito en la boca e íbamos felices a nuestras propias casas, donde nos esperaban los mejores dulces); Calz. Coyuya, Venacho, Cólica, Yautepemes y de regreso por Tlacoxpango, siendo Yautepemes calle de una sola cuadra y la última en nuestro recorrido porque Coloxtitla ya era muy cerca del mercado.

Siempre con educación tocábamos el timbre, el encargado, no todos (eso lo dejábamos para el ringcorre), pedíamos en coro "¿me daaa mi calaverita?" y dábamos las gracias de todo corazón. Esperábamos a que el vecino cerrara la puerta y entonces sí, corríamos y veíamos qué nos había dado. No antes. Nunca abrimos una reja sin autorización, siempre tocábamos con una moneda o gritábamos en coro la calaverita. Si no abrían en 30 segundos, seguíamos nuestro bien planeado camino.

NUNCA salimos del fraccionamiento. Offlimits, peligroso, oscuro, dulces envenenados, fuchi. En serio, ir a los rumbos de La Cruz era condena a muerte. Era arriesgarte además a recibir calaveritas muy pinches, dulce chafa y pegajoso, contaban los de más experiencia. Ya era bastante difícil pedir calaverita en Coyuyaland. Había vecinos mamones que hacían preguntas mamonas para darte dulces. Pero siempre contábamos con mi memoria de scotchtape y la ñoñez de Minerva para contestar correctamente. Después de obtener nuestros dulces, que iban desde chicles Adam's, hasta Milky Way nuggets (había vecinos muy espléndidos), nos íbamos a sentar a las escaleras, entrada de la casa de varios. Compartíamos (más a huevo que con gusto) con los mayores el botín. Éramos una prole muy bonita, los grandes, los medianos y los chicos, todos amigos o hermanos de alguien, muy a gusto a las 11 de la noche, sabiendo que no habría clases al día siguiente. A veces, hasta jugábamos escondidas, con todo y disfraces. Pero todo terminaba a las 12. Ya era MUY tarde.

Respecto a eso, recuerdo que jamás usé una de esas máscaras baratas de mercado, ni un disfraz comprado. A veces reciclábamos los disfraces del año y hacíamos uno nuevo: así, las alas de pollito se convertían en alas de ángel, o las de mariposa en alas de hada. Las máscaras de pato se pintaban de negro y se volvían en cuervos. Nunca faltaba un gato negro con cola de cinturón de papá. Pero siempre, SIEMPRE, había disfraz. Y bonitos, hechos con cariño y esmero.

Lo decepcionante de hoy día en gran parte es la carencia de creatividad en el disfraz. "Ah, mira la máscara del Choqui, con mi playera de rayas verdes y rojas, al fin que son rayas, no importa el color". "Ah, el gorro de bruja, con la falda regional del bailable de la escuela y el payasito de la tabla rítmica, aunque sea verde chíngamelapupila".

No sé... además, me RECAAAAAGAN las newmammas que salen con el escuincle de un año o menos, disfrazado a la última moda del mercado de Coyoacán (si bien le va), a pedir calaverita con el puto escuincle en brazos. O sea... ¿qué pedo? ¿Quién se va a comer los dulces? ¿El niño que apenas comienza a comer sólidos y que seguramente se enfermará con tanta glucosa? ¿O la greedymom que no ha abandonado esos terribles hábitos alimenticios que la llevan a una segura diabetes? ¿Eso quiere decir que puedo salir a pedir calaverita todavía O necesito a huevo un niño? Díganme de una vez, para tener uno muy lindo el próximo año (también depende de quién sea el padre, tengo dos o tres candidatos, jiji).

Siguiendo con el problema: cuando salíamos a pedir calaverita, las calles eran tranquilas y no afectábamos al vecino. Caminábamos por la banqueta, en fila india de ser necesario y casi casi tomados de la mano como la familia Telerín. Hoy en día, las calles son tomadas por niños, madres, padres y hasta la abuela con su chal, cual activistas de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca. No, no. No tienen ningún derecho a invadir mi calle, a estacionarse en MI estacionamiento, a pegarle a mi carro porque "voy a pasar, no me vayas a atropellar". En serio, mientras que todo el año Coyuyaland es tierra de paz y tranquilidad, seguridad y calor familiar (a menos que se hagan posadas y entonces cerramos calles y armamos tremendo merequetengue, siempre con la autorización de todos los vecinos), en el cambio de octubre a noviembre, las calles le pertenecen a esas pequeñas tribus de breeders.

Encima de todo, anoche trato de subir MIS escaleras, cargada con 9 kilos de Whiskas, mi bolsa de mano, una bolsa de asas y una caja con una lámpara y le pido permiso a una ñora que me responde "espera a que te toque". Si no hubiera venido de un lindo y desestresante día de compras, la señora habría recibido un bofetón y un sonoro y nada educado contestón. No, miento. La verdad es que me da miedo la broza que se junta y que segurito por menos que eso me linchan. Y se comen la Whiskas de mis gatitos, que no es nada barata. Así que le dije "déjeme pasar a MI casa, por favor". Y ya. Entré con trabajos, metí cosas, salí con correa, metí perro. Porque aaaaah, si los muerde, es su culpa. ¿A quién van a poner a dormir? No a los niños.

Tampoco tienen derecho a quejarse de que mi perro los va a morder. Mi perro aquí vive y no tiene por qué no gruñirte si estás invadiendo su casa con una cara amenazadora (máscara de choqui) y un arma punzocortante (porque choqui carga con una hoz de la santa muerte). Ayer me vi buena onda y guardé a mi perro durante la rush hour. Y es una joda, porque para que se quede quieto tengo que rascarle el cuello y ahorita tengo un dolor culero en mi bíceps. Para cuando terminó la rush hour, o más bien se le acabaron los dulces a mi vecina, saqué al perro y bajé a cerrar la reja con seguro. Media hora más tarde, comenzó de nuevo el tocadero de timbre (que para acabarla de amolar, la naca de mi vecina tiene uno de esos timbres que tocan melodías completas varias, entre ellas "small world", "jingle bells" fuera de temporada, "happy birthday", una tipo china, y así). Joder, ¿por qué abres una puerta que tiene seguro? ¿No basta el fiero semblante de mi perro para alejarte?

¿Qué sigue? ¿Voy a tener que ponerle cadena a mi reja? Porque para que cualquier escuincle con la ropa sucia de sangre falsa y la cara pintada con esterbrook rojo venga y abra mi reja muy de huevitos, es alarmante. Mucho. ¿Por qué es muy alarmante? Porque estos niños ni siquiera viven en el fraccionamiento. Yo sé, entiendo las circunstancias. A pesar de la sencillez del fraccionamiento y todo, definitivamente es lo "bonito" de la zona. Las casas siempre están adornadas bonitas y son pocas las que no damos dulces. Siguen los vecinos de las preguntas mamonas, pero estos son los que se divierten más; claro, después de los que ponen sus casas de espantos en los jardines. Legendarias.

El punto es que se dejan venir en manadas, con y repito: mamá, papá, abuelita, carreolas, carritos, perros. No, no y no. Esto no es una invasión, no necesitas un ejército para pedir calaverita. Antes era bonito y simple. ¿De qué privilegios gozan para exigir que les de dulces, dinero, botanita? Si ya ni siquiera se esfuerzan. Algunos ni disfrazados vienen y los que sí, son bajoneados por los envidiosos macanas y burros. Porque claro que quedan niños con carisma y creatividad. Como el dragón de papel maché de anoche, o el Tío Cosa de rafia con Converse (la onda: rojos). ¿Y qué les decían? "Ay, que mamón; ay, qué presumido; ay, se la jaló".

Aunque finalmente no se ha perdido la tradición: igual siguen pareciendo pequeños demonios que deben ser saciados con caramelo, porque si no, poncharán tus llantas, romperán tus adornos, destruirán tus ofrendas, se robarán tus calabazas y pisarán a tu perro.

Sí, estoy hablando del saldo de anoche. ¿Les parece justo?

3 comments:

Rizo said...

Uhhh mi Brux, pus pá la otra cómprate unos dulcecitos para darles aunque no se esfuerzen, la culpa no la tienen los chamacos sino como diría el haragán: fue el medio, sus padres, sus amigos, la necesidad, sus ansias, qué se yo.
Más bien andabas cómo de malas porque no estás amargueitor.
Yo salí ayer a comprar una bolsita de dulces para dar a los chamacos y nadie me vino a tocar. ¿Alguien gusta?

P. Brux from Hell said...

Sergio is the candyman!!!!!

Wiiiii.

Anonymous said...

Chale mi Brux.
Hiciste que me acordara de mis idas a pedir "talalála" (así decía un primo que no podía articular "calaverita"). Sip, todo era más fácil y menos abusivo. Ahora hasta la opción de dulces gratis seduce los bolsillos de la familia entera y si, está manchado que hasta pisen al pobre de tu perro.
Sugerencia pa´l año próximo:
-Haz reminiscencia de tus periodos en los que te la rompias por disfrazarte de un modo original. Aplica esa creatividad en tu perro y hazlo parecer algo cómo el hermano maligno y demoniaco del "meanest hellhound" que tu mente pueda visualizar.
A ver si les da la gana acercarse a tocar el timbre.
Puede redituar en que no tengas que someter al pobre can a algo peor que un arraigo domiciliario, y pues te evitas la molesta tortura del MIDItalizado "yingl bels" en Halloween, ya que eso en si es una historia de horror.
Chidísimo post mi Brux. Neta...

P.D. Me acordé de un ruquito que era cómo, no sé, cunningly-evil. Daba unos dulces de no mames, pues vivia solo y tenía la lana del mundo. Si venías disfrazado con tu sábana o tu mascara pinche de tianguis, salía cada año con un disfraz diferente y te metía un pinche susto marca "never step around my house again, bitch!". Si tu disfraz (o el conjunto de disfraces de la bolita) estaba chingón te daba dulces importados de gringoulandia y los mejores del páís. En una de esas idas, conocí los chiclosos Mamba....