¿En qué me quedé? Ah sí.
"Waaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaak" al unísono.
Seguramente hubo comentarios sobre "ay wákala a mí no" de las rechazadas, porque después hubo frases como "¿y yo por qué no?" y así ya ven cómo somos de envidiosas las mujeres, más las adolescentes.
Efectivamente, las "lucky bastards" fuimos Bárbara y yo. Obviamente Kenia no, porque ya andaba a escondiditas con Jorge y Sarahí... bueno, ese es material para todo un post, así que prosigamos. Las nominadas se levantaron asqueadas y una fue al baño y la otra se revolcó en el suelo, en una gran representación teatral de una muerte con estertores y hemorragias internas... no diré nombres...
Cuando los hombres del grupín se enteraron, corrieron a hablar con nosotras. "No maaaames, ¿es netooooo?" "¿Y qué le vas a decir?" "Oye, pero dile que síiii". El repentino interés de estos pendejuelos me intrigó. "A ver" le pregunto a Mauro "¿qué pedo con el interés? Bastante sospechoso". Y me responde: "ah, cómo eres wey... deberían aprovechar una de ustedes y apañarse al Susunaga, ¡¡tiene la laaaana!! Y ya nos contóooo que tiene casa en Cocoyoooooc y en Acapulcoooo y se va a Aspen de vacacioneeeeeeees y que a sus viejas les da toooooooodo".
¡Ca-chin! Hicieron los ojitos de Bárbara y Joanna. A mí no tanto me interesaba la lana, sino los lujos y los apapachos, que nunca en mi triste vida amorosa había tenido... de hecho para esas fechas, apenas me andaban tronando el cacahuatito para que a la semana después me andaran poniendo los cuernos... así de patética era mi vida amorosa, cómo ven. Culero, ¿no? Entonces dije "va" y Bárbara dijo "va" y entre hombres celestinos alcahuetos padrotes organizaron ir a comer a la casa de este tipejo a la Nueva Santa María, una colonia hasta entonces desconocida para mí.
Un miércoles después de clases, lo recuerdo perfectamente, toda la pandilla ceresocondesera nos trepamos a la Suburban que manejaba el "tío", como le decía Susunaga a su guarura. Sí, leyeron bien: guarura. Aunque francamente nunca supe si de verdad era su tío. Quién sabe. Apenas cabíamos, pero como Bárbara y yo éramos los tesoros a custodiar, íbamos cómodamente acomodadas adelante con el tío. En nuestros mejores trapos y nuestras mejores fragancias, o bueno... lo que se podía hacer, llegamos a casa del susodicho Susunaga y francamente no recuerdo qué comimos. Creo que pizzas. El caso es que invadimos el salón de juegos, que tenía algo para todos. Lanoli jugaba dardos con Fabián, Jorge, Susunaga y Andrés jugaban billar y yo, fascinada, me senté al piano. En ese entonces me gustaba una canción de Oasis, así que comencé a tocarla y luego otra y otra... hasta que no faltó el inútil de "ya cámbiale a algo más movido... ¡o mejor pongan música!", seguramente fue Mauro.
Don Susunaga, o sea el papá de U-Uuuuuuu (como lo llamábamos de burla durante el segundo año), tenía una lechuza parda en una pequeña sotehuela en el salón de juegos y Susunaga me la enseñó (ji ji ji, me enseñó su pájaro... ji ji ji, ash ya, si no lo hacía yo, el chiste malo lo haría alguno de ustedes y... les evito la pena). Después llegaron los padres (¿mis suegros? aun no sabíamos a quién iba a elegir Susu) del chico de la casa y el papá bastante simpático, se puso a jugar billar conmigo. La mamá, cof cof golddigger cof cof, dio un saludo general, me miró con desprecio por estar tocando el piano de SU hija, y se retiró.
Unos minutos después, en su peculiar idioma, Susu me pidió que lo siguiera. Por laberintos de pasillos y salones, a mí la casa me pareció inmensa, me llevó a una diminuta oficina, donde la tierna hermanita (NOT!) exhibía sus obras maestras de dibujo y pintura (NOOOOOT!). Me senté del lado "de los visitantes" y Susu, con mucha parsimonia, se sentó en la silla del otro lado.
-Eeee... ue e ería reun-ar ua coha -me decía mientras extendía sus manos sobre el escritorio.
-¿Eh? -le respondí.
-Ije eeee ue e ería reun-ar ua coha.
-¿Que me quieres qué una cosa?
-reun-aaaaaar.
-¿Preguntar?
- I.
-Aaaaah, pues pregúntame.
-E ería reun-ar i iere her mi o-via (a estas alturas, si les parece difícil entenderlo leyendo, imagínense el calvario de estarlo escuchando y al mismo tiempo tratar de mantener una cara seria).
-¿Que si quiero ser tu novia?
-I.
-Aaaahh... ehm... pues... sí, yo creo que sí.
-Ah ueno.
Entonces Susu se levantó de su asiento y me señaló que lo siguiera. Se detuvo en el marco de la puerta, como dándome el paso, pero con esa traicionera mirada mezcla de calentura y vergüenza, así que me escabullí pretextando una urgencia fisiológica. Así fue como escapé de ese incómodo primer beso con el Susu.
Al volver al salón de juegos, todas las miradas expectantes me taladraron cuando entré. Las cabezas se movían en un movimiento positivo, esperando mi respuesta. Me encanta la intriga, pero no lo pude evitar y exclamé un "sí sí, acepté". El viaje a Cocoyoc ahora era una realidad.
¿Quieren saber qué pasó en Cocoyoc? Luego les cuento.
"Waaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaak" al unísono.
Seguramente hubo comentarios sobre "ay wákala a mí no" de las rechazadas, porque después hubo frases como "¿y yo por qué no?" y así ya ven cómo somos de envidiosas las mujeres, más las adolescentes.
Efectivamente, las "lucky bastards" fuimos Bárbara y yo. Obviamente Kenia no, porque ya andaba a escondiditas con Jorge y Sarahí... bueno, ese es material para todo un post, así que prosigamos. Las nominadas se levantaron asqueadas y una fue al baño y la otra se revolcó en el suelo, en una gran representación teatral de una muerte con estertores y hemorragias internas... no diré nombres...
Cuando los hombres del grupín se enteraron, corrieron a hablar con nosotras. "No maaaames, ¿es netooooo?" "¿Y qué le vas a decir?" "Oye, pero dile que síiii". El repentino interés de estos pendejuelos me intrigó. "A ver" le pregunto a Mauro "¿qué pedo con el interés? Bastante sospechoso". Y me responde: "ah, cómo eres wey... deberían aprovechar una de ustedes y apañarse al Susunaga, ¡¡tiene la laaaana!! Y ya nos contóooo que tiene casa en Cocoyoooooc y en Acapulcoooo y se va a Aspen de vacacioneeeeeeees y que a sus viejas les da toooooooodo".
¡Ca-chin! Hicieron los ojitos de Bárbara y Joanna. A mí no tanto me interesaba la lana, sino los lujos y los apapachos, que nunca en mi triste vida amorosa había tenido... de hecho para esas fechas, apenas me andaban tronando el cacahuatito para que a la semana después me andaran poniendo los cuernos... así de patética era mi vida amorosa, cómo ven. Culero, ¿no? Entonces dije "va" y Bárbara dijo "va" y entre hombres celestinos alcahuetos padrotes organizaron ir a comer a la casa de este tipejo a la Nueva Santa María, una colonia hasta entonces desconocida para mí.
Un miércoles después de clases, lo recuerdo perfectamente, toda la pandilla ceresocondesera nos trepamos a la Suburban que manejaba el "tío", como le decía Susunaga a su guarura. Sí, leyeron bien: guarura. Aunque francamente nunca supe si de verdad era su tío. Quién sabe. Apenas cabíamos, pero como Bárbara y yo éramos los tesoros a custodiar, íbamos cómodamente acomodadas adelante con el tío. En nuestros mejores trapos y nuestras mejores fragancias, o bueno... lo que se podía hacer, llegamos a casa del susodicho Susunaga y francamente no recuerdo qué comimos. Creo que pizzas. El caso es que invadimos el salón de juegos, que tenía algo para todos. Lanoli jugaba dardos con Fabián, Jorge, Susunaga y Andrés jugaban billar y yo, fascinada, me senté al piano. En ese entonces me gustaba una canción de Oasis, así que comencé a tocarla y luego otra y otra... hasta que no faltó el inútil de "ya cámbiale a algo más movido... ¡o mejor pongan música!", seguramente fue Mauro.
Don Susunaga, o sea el papá de U-Uuuuuuu (como lo llamábamos de burla durante el segundo año), tenía una lechuza parda en una pequeña sotehuela en el salón de juegos y Susunaga me la enseñó (ji ji ji, me enseñó su pájaro... ji ji ji, ash ya, si no lo hacía yo, el chiste malo lo haría alguno de ustedes y... les evito la pena). Después llegaron los padres (¿mis suegros? aun no sabíamos a quién iba a elegir Susu) del chico de la casa y el papá bastante simpático, se puso a jugar billar conmigo. La mamá, cof cof golddigger cof cof, dio un saludo general, me miró con desprecio por estar tocando el piano de SU hija, y se retiró.
Unos minutos después, en su peculiar idioma, Susu me pidió que lo siguiera. Por laberintos de pasillos y salones, a mí la casa me pareció inmensa, me llevó a una diminuta oficina, donde la tierna hermanita (NOT!) exhibía sus obras maestras de dibujo y pintura (NOOOOOT!). Me senté del lado "de los visitantes" y Susu, con mucha parsimonia, se sentó en la silla del otro lado.
-Eeee... ue e ería reun-ar ua coha -me decía mientras extendía sus manos sobre el escritorio.
-¿Eh? -le respondí.
-Ije eeee ue e ería reun-ar ua coha.
-¿Que me quieres qué una cosa?
-reun-aaaaaar.
-¿Preguntar?
- I.
-Aaaaah, pues pregúntame.
-E ería reun-ar i iere her mi o-via (a estas alturas, si les parece difícil entenderlo leyendo, imagínense el calvario de estarlo escuchando y al mismo tiempo tratar de mantener una cara seria).
-¿Que si quiero ser tu novia?
-I.
-Aaaahh... ehm... pues... sí, yo creo que sí.
-Ah ueno.
Entonces Susu se levantó de su asiento y me señaló que lo siguiera. Se detuvo en el marco de la puerta, como dándome el paso, pero con esa traicionera mirada mezcla de calentura y vergüenza, así que me escabullí pretextando una urgencia fisiológica. Así fue como escapé de ese incómodo primer beso con el Susu.
Al volver al salón de juegos, todas las miradas expectantes me taladraron cuando entré. Las cabezas se movían en un movimiento positivo, esperando mi respuesta. Me encanta la intriga, pero no lo pude evitar y exclamé un "sí sí, acepté". El viaje a Cocoyoc ahora era una realidad.
¿Quieren saber qué pasó en Cocoyoc? Luego les cuento.
4 comments:
Aaaay, no me gusta quedarme en suspenso.
Siguiente entrega yaaaa!
Pobre Susu...=( ya me compadecí de el...
Pero creo que si tenia un guarura justo era que tuviese un traductor (toooing mal chiste puedes darme un zape a la próxima Brux xD)...
Para cuando el siguiente capítulo?? o.o XD me quede picada¡¡
nos tienes en aaaascuas...
HAHAHAHAA
aunque ya conocía parte de la historia no dejé de disfrutar leyendo las líneas, me sigo cagando de risa jaajjajajaahjaajaj
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