La otra noche vi un corto que, debido a mi terrible apotemnofobia, fue perturbador.
Sin embargo, lo vi. Completito. Y ¡ay, qué bonito! Por dos personas particularmente:
Mi novio, Doug Jones (un hombre que es completamente un freak, frente y tras la cámara. Lo amo por ser tan peculiar, como persona y como actor por igual).
Y mi amante, Eduardo Verástegui (God knows que desde Kairo este muchachote me hace humedecer braga).
Y por dos cosas en particular:
Porque por mucho que no sea fanática de los circos, sí soy muy fanática de la estética de circo de la vieja escuela. La cultura, la fantasía del circo. Por eso escenas como "For the benefit of Mr. Kite" de Across the Universe, o Big Fish y "time stops" me encantan y fascinan.
De la misma manera en que adoro a los Tiger Lillies, esos payasos de miedo que cantan con voz chillona y hablan de freak shows y capitanes de barcos malditos.
Siempre soñé con ser contorsionista, malabarista, entrenadora de caballos o cosas así, y crecí en un mundo donde Ringling Brothers Circus era un gran evento de tres pistas al cual tenía acceso. Un mundo mágico, una maravillosa muestra de un mundo anacrónico.
No hay lugar que idolice de una manera tan grandiosa las peculiaridades de los fenómenos. Los circos son lugares donde ser especial te puede conseguir dinero, pero donde igualmente una familia de gente tan especial como tú.
En tiempos muy muy muy allá y no tan acá, los albinos, mutilados, tatuados, obesos eran objeto de adoración/temor/burla, al formar parte de un freak show. Hoy, en un mundo tan sobrepoblado de fealdad y al mismo tiempo indiferencia, ya pocas cosas nos asombran.
El hombre más fuerte del mundo se ve abrumado por los esteroides y sufre de emisiones involuntarias nocturnas, así como cambios de ánimo impredecibles. La mujer barbuda llora amargamente porque no le alcanza el dinero para el tratamiento laser y debe rasurarse cada dos días. Las trapecistas no tienen nada qué enseñarles a las chicas del tubo, quienes hacen gala de flexibilidad, fuerza y al mismo tiempo consiguen despertar las más bajas pasiones de su audiencia.
Creo que en todos nosotros hay un freak. Algunos de verdad perturbadores, dignos de análisis clínico. Otros, digno de admiración. Por ejemplo, yo conozco a un hombre que puede tocarse por debajo de la barbilla con la lengua, de tan larga y flexible que la tiene.
Yo misma poseo una flexibilidad sorprendente para mi físico, cosa que ha sorprendido a más de dos.
Pero eso no me hace especial, ni mejor que nadie. Sin embargo, es un elemento de belleza en mí. Ese es el mensaje de Méndez "The Show Man": hay que ver la belleza en el freak. Hay que descubrir la belleza propia y descubrir también que, a mayor esfuerzo, mejor la recompensa.
A pesar del trabajo que me costó ver este trabajo, debido a la presencia de Nick Vujicic, un chico australiano que carece de brazos y piernas (sólo tiene un pie vestigial... uuuuhhh brbrbrbrrr). Sin embargo, la lucha de Will por sentirse más que un bulto en la vida, es sobrecogedora. Sin Méndez y el resto de la familia del Circo de la Mariposa (todos especiales y hermosos en su particular manera), Will no se hubiera convertido de fenómeno de circo a presentación estelar.
¿No buscamos todos un poco de reflectores? ¿No somos todos un poco fenómenos? Formamos parte de un circo. Es cosa de cada quién decidir si formar parte del freak show o de una de las tres pistas centrales.
1 comment:
Soy su fan; del corto y de ti también jajajaja :p
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