Sí ya sé que hoy no es día de San Juan, más bien el 28 es de San Judas y además es el día de los Santos Inocentes.
Me refiero al Mercado de San Juan, en el centro. ¿Les he contado que me fascina ir ahí?
Hay temporadas en que uno encuentra almejas vivas a muy buen precio. Nomás hay que comprarlas, llegar a casita, echarles limón y ¡yum!
Igual se puede conseguir un manojito de percebes, que esos sí hay que asarlos al carbón para que sepan riquisimisimísimos.
Y así lo que se les ocurra. ¿Carne de avestruz? En el mercado de S.J. ¿Cabrito? En el mercado de S.J. ¿Codornices? En el mercado de S.J.
Pero lo mejor de todo es que más fresco sólo se consigue cazándolo uno mismo. No tomen mi palabra por válida, pero pregúntenle a las decenas de chefs de altas y no tan bajas cocinas nacionales, que van a comprar o encargan sus ingredientes ahí.
También se pueden encontrar hierbas, nueces, condimentos, lo que necesiten y lo que buscarían en un mercado normal.
Total que fui en estos días, a buscar un pavo fresco. Hartas del pavo congelado, las Yayas (mi mamá & Co.) decidieron que para esta Navidad cenaríamos pavo fresco. Y no sólo estaba tan fresco que casi gorgoreaba. Además pudimos elegir el peso, la apariencia y hasta las vísceras que queríamos conservar.
Mi pavito... completito, cara, entrañas... esas cosas que mucha gente piensa que lo que comemos no lo tiene.
Cabe mencionar que el pavo quedó delicioso. Y eso que lo cocinó mi hermana vegetariana que no prueba la comida al prepararla.
El maestro pavero, cortando, destripando, volteando... de verdad, un master.
Ir a ese mercado de verdad es toda una experiencia. Los colores, los olores, incluso los sabores de las pruebas que te llegan a dar en un día normal, son excitantes para los sentidos. Extrañamente no hay tanta gente comprando ahí, seguramente porque no lo han descubierto. Pero les recomiendo ampliamente que lo visiten e incluso se paren en el puestecito del oaxaqueño, para que les de a probar chapulines, queso y chocolate. ¡Yum!
Y para Año Nuevo, ¿qué vamos a cenar?
Me refiero al Mercado de San Juan, en el centro. ¿Les he contado que me fascina ir ahí?
Hay temporadas en que uno encuentra almejas vivas a muy buen precio. Nomás hay que comprarlas, llegar a casita, echarles limón y ¡yum!
Igual se puede conseguir un manojito de percebes, que esos sí hay que asarlos al carbón para que sepan riquisimisimísimos.
Y así lo que se les ocurra. ¿Carne de avestruz? En el mercado de S.J. ¿Cabrito? En el mercado de S.J. ¿Codornices? En el mercado de S.J.
Pero lo mejor de todo es que más fresco sólo se consigue cazándolo uno mismo. No tomen mi palabra por válida, pero pregúntenle a las decenas de chefs de altas y no tan bajas cocinas nacionales, que van a comprar o encargan sus ingredientes ahí.
También se pueden encontrar hierbas, nueces, condimentos, lo que necesiten y lo que buscarían en un mercado normal.
Total que fui en estos días, a buscar un pavo fresco. Hartas del pavo congelado, las Yayas (mi mamá & Co.) decidieron que para esta Navidad cenaríamos pavo fresco. Y no sólo estaba tan fresco que casi gorgoreaba. Además pudimos elegir el peso, la apariencia y hasta las vísceras que queríamos conservar.
Mi pavito... completito, cara, entrañas... esas cosas que mucha gente piensa que lo que comemos no lo tiene.
Cabe mencionar que el pavo quedó delicioso. Y eso que lo cocinó mi hermana vegetariana que no prueba la comida al prepararla.
El maestro pavero, cortando, destripando, volteando... de verdad, un master.
Ir a ese mercado de verdad es toda una experiencia. Los colores, los olores, incluso los sabores de las pruebas que te llegan a dar en un día normal, son excitantes para los sentidos. Extrañamente no hay tanta gente comprando ahí, seguramente porque no lo han descubierto. Pero les recomiendo ampliamente que lo visiten e incluso se paren en el puestecito del oaxaqueño, para que les de a probar chapulines, queso y chocolate. ¡Yum!
Y para Año Nuevo, ¿qué vamos a cenar?
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