Uno pensaría que de estas dos opciones, la primera es la más sencilla. El amor es tan complicado, tantos pelos, corazones, susceptibilidades, cerebros...
Pero no. He ido descubriendo que la búsqueda del placer es tan escabrosa y complicada como la búsqueda del amor.
Uno creería que el placer sólo implica un acuerdo mutuo entre Él y Ella (en este caso, yo) para satisfacer las respectivas necesidades hedonistas. Y bueno, no todas, específicamente una: el sexo, la necesidad de contacto físico, la caricia urgente, un beso asexuado fingiendo cariño, o el simple hecho de no dormir solo y con frío.
Mi caso es mucho más complejo, como he dicho. En muchos casos, este acuerdo es tácito y no es necesario nombrarlo. No hay que ir y decir "oye, pero es sólo para coger, ¿eh? Así que no te vayas a clavar". Pero cuando las señales son algo ambiguas, es muy difícil no encariñarse. Es difícil mantenerse del lado de la informalidad y el desinterés y tomar las cosas calmadas.
Tan difícil también es no caer en la rutina. Porque cuando se trata sólo de placer, uno pensaría que las opciones son ilimitadas, ¿no? Y que con la experimentación llega uno a lo que le gusta y entonces ahí sí ya se estaciona.
Con Él he caido en una rutina diferente. No hemos llegado (o yo no he llegado) a lo que más me guste. Sí, lo que hay... o había... me gusta, está OK. Pero no me vuela la tapa de los sesos ni me estremece ni me hace pegar de gritos.
La rutina radica en que ya incluso hemos dejado de coger. En el poco tiempo que llevamos juntos, uno creería que no nos podemos quitar uno de encima del otro. Pero no. Eso no está pasando. Podemos incluso estar en el mismo departamento, pero en habitaciones diferentes, haciendo quién sabe qué.
Lo que me lleva a hacerme infinidad de chaquetas mentales: ¿ya no le gusto? ¿acaso le gusté en algún momento? ¿habrá alguien más a quien sí? ¿entonces, qué somos? Preguntas que nunca me hago en esa situación.
Y en estos casos, ¿cómo reclamar? ¿Cómo exigir "wey, I'm frikkin' horny, come here and stick it in!!"
Es justo lo que alababa en un post anterior. La comodidad. Wow, qué rica comodidad. Pero creo que ya estamos demasiado cómodos, como para preocuparnos por las necesidades del otro. Este nivel en cualquier relación se alcanza como pasados los primeros tres meses de euforia.
Y precisamente me preocupa que se nos haya pasado la euforia. Me preocupa, porque sin ella, me quedo sin nada. No hay cariño, no hay intereses en común, no hay anécdotas de ningún tipo porque, finalmente ¿cómo se generan anécdotas cuando el tiempo compartido es pan con lo mismo?
Ya me lo imagino: "oye, ¿te acuerdas de cómo cogímos la otra vez? Ah sí, se pareció mucho a la vez anterior, sólo que en la otra cama. Ah, bueno, es que yo me refería a esa vez. Oh, perdón, es que como todas son iguales..."
"Oye, ¿y te acuerdas cuando lo hicimos en la sala? Cómo no, fue la primera vez que fui. Sí... mmmmhhh... (silencio incómodo)"
Con nada queda una contenta, carajo. Pero en parte es mi culpa, por no abrir la bocota a tiempo. Ejemplo:
Anoche me fui a la cama, con la tierna esperanza de que Él me siguiera momentos después. Pasaron casi tres horas para que él se metiera a las cobijas. Yo por supuesto estaba más que aburrida, más que horny y más que enojada. Y aquí entran elementos externos que agravaron el caso. Yo me la estaba pasando bien con otra persona (saludos, Mr. T) a quien de una manera muy grosera corté por irme con Él. ¿Y todo para qué? Para morirme de frío en cama ajena, encima de todo.
Porque para dormir sola, tengo mi cama, que es menos fría, con un par de bolas de pelo que generan calorcito extra y mi entorno, al que absolutamente nada supera en comodidad.
Sí, estaba muy enojada. Por lo ya mencionado y porque no termino de entender qué quiere Él de mí. A lo mejor sus necesidades hedonistas se limitan a estar acompañado. A sentirse menos solo. A lo mejor mi deber en ese caso era quedarme ahí con él y no irme a la cama. Pero, ¿que no es la cama lo que nos une, en esencia?
También me enoja que me afecte tanto. A lo mejor estoy dejándome llevar por emociones que no deberían existir. A lo mejor estoy empezando a sentir. Y no habría problema si Él sintiera también. Pero de eso no estoy segura, o más bien lo dudo mucho. Y no estoy lista para otra decepción, tan cerca de la última, que me dejó hecha trapo.
En este caso, el enojo se ha vuelto la emoción dominante, pero está motivada por algo más, que no sé qué sea.
Y en los casos en que todo lo que debería decirse ya está implícito, ¿cómo empezar el diálogo? Me da miedo preguntar, porque a pesar de no estar dispuesta a conformarme con poco, tampoco quiero quedarme sola.
Y sola es precisamente como me sentí ayer, a pesar de estar en su cama... sin Él.
Help, I'm soooo fucked up.
Pero no. He ido descubriendo que la búsqueda del placer es tan escabrosa y complicada como la búsqueda del amor.
Uno creería que el placer sólo implica un acuerdo mutuo entre Él y Ella (en este caso, yo) para satisfacer las respectivas necesidades hedonistas. Y bueno, no todas, específicamente una: el sexo, la necesidad de contacto físico, la caricia urgente, un beso asexuado fingiendo cariño, o el simple hecho de no dormir solo y con frío.
Mi caso es mucho más complejo, como he dicho. En muchos casos, este acuerdo es tácito y no es necesario nombrarlo. No hay que ir y decir "oye, pero es sólo para coger, ¿eh? Así que no te vayas a clavar". Pero cuando las señales son algo ambiguas, es muy difícil no encariñarse. Es difícil mantenerse del lado de la informalidad y el desinterés y tomar las cosas calmadas.
Tan difícil también es no caer en la rutina. Porque cuando se trata sólo de placer, uno pensaría que las opciones son ilimitadas, ¿no? Y que con la experimentación llega uno a lo que le gusta y entonces ahí sí ya se estaciona.
Con Él he caido en una rutina diferente. No hemos llegado (o yo no he llegado) a lo que más me guste. Sí, lo que hay... o había... me gusta, está OK. Pero no me vuela la tapa de los sesos ni me estremece ni me hace pegar de gritos.
La rutina radica en que ya incluso hemos dejado de coger. En el poco tiempo que llevamos juntos, uno creería que no nos podemos quitar uno de encima del otro. Pero no. Eso no está pasando. Podemos incluso estar en el mismo departamento, pero en habitaciones diferentes, haciendo quién sabe qué.
Lo que me lleva a hacerme infinidad de chaquetas mentales: ¿ya no le gusto? ¿acaso le gusté en algún momento? ¿habrá alguien más a quien sí? ¿entonces, qué somos? Preguntas que nunca me hago en esa situación.
Y en estos casos, ¿cómo reclamar? ¿Cómo exigir "wey, I'm frikkin' horny, come here and stick it in!!"
Es justo lo que alababa en un post anterior. La comodidad. Wow, qué rica comodidad. Pero creo que ya estamos demasiado cómodos, como para preocuparnos por las necesidades del otro. Este nivel en cualquier relación se alcanza como pasados los primeros tres meses de euforia.
Y precisamente me preocupa que se nos haya pasado la euforia. Me preocupa, porque sin ella, me quedo sin nada. No hay cariño, no hay intereses en común, no hay anécdotas de ningún tipo porque, finalmente ¿cómo se generan anécdotas cuando el tiempo compartido es pan con lo mismo?
Ya me lo imagino: "oye, ¿te acuerdas de cómo cogímos la otra vez? Ah sí, se pareció mucho a la vez anterior, sólo que en la otra cama. Ah, bueno, es que yo me refería a esa vez. Oh, perdón, es que como todas son iguales..."
"Oye, ¿y te acuerdas cuando lo hicimos en la sala? Cómo no, fue la primera vez que fui. Sí... mmmmhhh... (silencio incómodo)"
Con nada queda una contenta, carajo. Pero en parte es mi culpa, por no abrir la bocota a tiempo. Ejemplo:
Anoche me fui a la cama, con la tierna esperanza de que Él me siguiera momentos después. Pasaron casi tres horas para que él se metiera a las cobijas. Yo por supuesto estaba más que aburrida, más que horny y más que enojada. Y aquí entran elementos externos que agravaron el caso. Yo me la estaba pasando bien con otra persona (saludos, Mr. T) a quien de una manera muy grosera corté por irme con Él. ¿Y todo para qué? Para morirme de frío en cama ajena, encima de todo.
Porque para dormir sola, tengo mi cama, que es menos fría, con un par de bolas de pelo que generan calorcito extra y mi entorno, al que absolutamente nada supera en comodidad.
Sí, estaba muy enojada. Por lo ya mencionado y porque no termino de entender qué quiere Él de mí. A lo mejor sus necesidades hedonistas se limitan a estar acompañado. A sentirse menos solo. A lo mejor mi deber en ese caso era quedarme ahí con él y no irme a la cama. Pero, ¿que no es la cama lo que nos une, en esencia?
También me enoja que me afecte tanto. A lo mejor estoy dejándome llevar por emociones que no deberían existir. A lo mejor estoy empezando a sentir. Y no habría problema si Él sintiera también. Pero de eso no estoy segura, o más bien lo dudo mucho. Y no estoy lista para otra decepción, tan cerca de la última, que me dejó hecha trapo.
En este caso, el enojo se ha vuelto la emoción dominante, pero está motivada por algo más, que no sé qué sea.
Y en los casos en que todo lo que debería decirse ya está implícito, ¿cómo empezar el diálogo? Me da miedo preguntar, porque a pesar de no estar dispuesta a conformarme con poco, tampoco quiero quedarme sola.
Y sola es precisamente como me sentí ayer, a pesar de estar en su cama... sin Él.
Help, I'm soooo fucked up.
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