Wednesday, August 09, 2006

¡Y arrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrancannnnnnnnnnnnn!

No había tenido tiempo de contarles el día tan padre que tuve el sábado pasado. A mí siempre me han gustado los caballos. Como buena niña consentida, jugué con "Mi pequeño Pony" durante mi infancia, incluso llegué a tener una envidiable colección de "Mi Petit Pony", que eran la versión miniatura. Pero mi gusto no llegaba hasta ahí. Incluso se llegó a hablar de clases de equitación y de invertir en comprar un caballo.

Pero no éramos tan acomodados. Teníamos lo suficiente para ir a montar a la Marquesa al momento en que se me antojara. Y era bonito, porque generas un lazo padre con el caballo, aunque sólo sea de 1 o 2 horas. Si te entiendes con el cuaco, es padre.



Pero nunca, nunquísima, había ido al Hipódromo. Pero el sábado fui. Y me la pasé muy bien. Y no sólo fue ver a los caballitos correr en vivo y a todo color, sino que me metí de lleno en la experiencia. O lo que es lo mismo: aposté. Aposté, pero muy poco damitas y damitos. Pero si hubiera apostado como los grandes hubiera quedado tablas. Aprendí mucho del asunto: lo importante que es ir al paddock a ver a los caballos, estudiarlos, analizar sus estadísticas, esas cosas...



Es una experiencia muy padre y una opción divertida para pasar la tarde en familia o con amigos. No es algo carísimo, si vas sólo a ver a los caballitos correr, a comer y a chupar, pero no sabe lo mismo la carrera si no tienes a tu favorito.



Y... corren los caballitos, los grandotes y los chiquitos... y ni hablar de los galanes...

1 comment:

Unknown said...

ay, mana... eres bien nais