Saturday, July 26, 2008

El interés tiene pies... revolutions...

Y como ustedes (Lilo, cof cof) lo pidieron... después de un ratotototote de hacerlos esperar, aquí la tercera y última parte de la tierna historia con el cavernícola... ah sí, ahora debo hacer una acotación:


EL PRIMER CAVERNÍCOLA que quiso venir a blandir su garrote en mi territorio.


Por favor, si usted no sabe a qué me refiero, remítase a la primera y segunda parte de esta trilogía.





Cabe anotar que había retrasado la redacción de este final, porque quería youtubear partes del video que sirve de testimonio a ese infame viaje. Pero como ni encuentro los cassettes ni el adaptador, ni modo, la historia sigue sin material de apoyo. Habiendo establecido el antecedente, me dispongo a continuar el relato.

Entonces, el viaje a Cocoyoc era una realidad. Todos me felicitaban por "hacer esto por la banda". Vaya, que casi casi me estaba prostituyendo por la banda. Pero, después de Cocoyoc vendría Acapulco y después de Acapulco, quién sabe... pero toooodo sea por los amigos... de los cuales, ya no le hablo a ninguno, jajajajaja (o sea, de los que disfrutaron el viaje, pues).

Así que ese viernes de febrero, empaqué mis cosas y me dirigí a la escuela con mi papá. En el momento en que el auto arrancó, yo que hacía como que me metía a la escuela, emprendí la graciosa huída, dejando mi mochila y llevándome mi maleta. Total, los libros que se pierdan, lo que no quería perder era el traje de baño y los chones.

Nos fuimos reuniendo poco a poco los invitados al viaje, hasta que casi todos nos fuimos a desayunar. Me brincaré la parte donde le llamaron a mi mamá y ella fue a la escuela, donde tuvo la oportunidad de conocer a Susu y reirse de él casi casi en su cara... porque fue un episodio muy vergonzoso de mi vida. Que mi madre viera con qué tipo de mastodonte "andaba" en ese tiempo. Iug.

Total que mi "carruaje" llegó. 14 monos nos trepamos a una Suburban del año, vidrio plomado y chofer/guarura y emprendimos el viaje hacia Cocoyoc. Yo me apañé la cajuela con todas las maletas para no ir apretada (y porque era el lugar más alejado del asiento del copiloto, donde venía mi "gorilita" del corazón).

Traíamos una buena peda, un buen desmadre, ji ji ji, jo jo jo y cuando llegamos a la casa, nos quedamos diaseismana. Déjeme darle, tan distinguido lector, un recorrido virtual por el terreno.

Sin rejas, construida sobre una lomita, la casa de los Susunaga en Cocoyoc era de esas casas lindas como en niveles. El comedor unos metros más alto que el hall, la sala como deprimida en la tierra, el pasillo pasaba como puente sobre la estancia y llevaba a las recámaras de huéspedes a un lado y la "habitación principal" al otro (esta última sería mi morada, tentativamente, durante el fin de semana).

La habitación principal/nupcial era un área tan grande como mi sala y comedor juntos, con jacuzzi y NETO namás le faltaba el tubo de teibolera. En un espejo enorme, Doña Susunaga tenía colgados sombreros, boas de plumas, batas vaporosas y cositas así para jugar al rol. No, nada de cuero (desafortunadamente). En el jacuzzi cabíamos 7 personas (obvio no nos metimos, teniendo alberca afuera). 14 monos invadimos la habitación y jugamos con las cosas de los papás y luego fuimos a instalarnos en nuestras respectivas alcobas.

Como casi casi íbamos puras parejas, queríamos instalarnos así, pero sólo había dos recámaras disponibles. Así que decidimos, en ese momento de ausencia de autoridad paterna, que dormirían todas las parejas en una habitación y en la otra todos los solteros. Yo, por supuesto, iba a dormir en la habitación nuCcial.

Nos cambiamos a nuestros trajes de baño y salimos a aventarnos a la alberca. Ahí fue donde nos dimos cuenta de una pequeña construcción junto a la casa. Una casita. Y digo casita porque junto a la casa en proporción era pequeña, pero cuando descubrimos qué era, nos volvimos a quedar diaseismana.

Kenia, Ámbar y yo nos acercamos y nos asomamos por las pequeñas y adorables ventanas. Adentro, una reproducción en miniatura de una casa. Todo completamente funcional: recámara, sala, comedor... y creo que hasta baño tenía. Era la FUCKING casa de muñecas de mi entonces cuñadita.

Wey... tenía una casa de muñecas tamaño real. Nche niña. La odié.


Ya remojados en las aguas de la alberca, nos secamos y nos fuimos a comer algo a la cocina. Ahí estábamos todos, cuando vimos entrar a la hermanita corriendo... tras de ella, mis entonces suegros. Y ustedes dirán "mmmmmmta, le cayó caca al pastel". Pues sí, pero por otro lado no, porque yo en ese preciso momento pensé "NO MAMES, QUÉ CHINGÓN YA NO VOY A TENER QUE DORMIR CON ESTE ORGANGUTÁN".

La madre, muy autoritaria, inmediatamente empezó a preguntar cómo nos habíamos acomodado. Descubriendo nuestro plan, lo revirtió inmediatamente: "no no no no no, niñas con niñas y niños con niños, esta es una casa decente". Y así, Fabián, Jorge, Andrés, Carlos, Mauro, Susunaga y el cuñado de Jorge, quedaron en una recámara; Alma, Yatziri, la hermana de Jorge, Kenia, Ámbar y yo, en la otra... me está faltando alguien, pero la neta ni me acuerdo bien, tendré que revisar los videos. En fin...

Llegando, Susunaga Sr. dijo habérsele ocurrido la mejor de las ideas: organizar una fiestecita ahí en la casa. "Con globito', gorrito', refrejco... lo que quieran muchachitos", dijo. ¡Ja! Y nosotros con los cartones de cerveza sobre la mesa de la cocina, sí señor ¿y la película de Disney? Total que lo convencimos de que queríamos salir a un bar o algo (por supuesto, éramos puros mocosos de no más de 17 años, salvo dos de los hombres y creíamos que en Cuernavarrancho nos iban a dejar entrar a sus bares). Fuimos a tres bares donde POR SUPUESTO no nos dejaron entrar. Pero nos fuimos a una "disco" esa sí bieeeen rancherita y nos dejaron entrar sin pedos.

Pedos como salimos. Llegamos al Chateu d'Orangutan y Ámbar, Kenia y yo queríamos fumar... oh surprise, íbamos saliendo al jardín cuando una tétrica imagen apareció en el pasillo. "¿A dónde van... NIÑAS?" La madre en una de sus batas vaporosas nos observaba como si fuéramos criminales queriendo escapar. "A fumar un cigarro" le respondió Kenia. "No NIÑAS, no pueden salir, váyanse a dormir y no hagan ruido".

Pooooooooooota, pa' mis pulgas, pero pos como era la suegra, nomás dijimos siseñora al unísono y nos guardamos... en el baño, para fumar escondidas. Chale, pensábamos que nos la íbamos a pasar padre, pero la primer noche pintaba para que no. Como fuimos las últimas en irse a dormir, nos tocó piso, sobre uno de esos tapetes como de estambre de lana, con bolitas... ah, pinches bolitas, creo que el puro piso pelón hubiera estado mejor.

Despertamos a un delicioso desayuno preparado por la misifuza traída desde México para atender a los amigos del joven Manuel. Ah, la pura sabrosura el resto del día, alberca, fútbol, helado y pizzas en la miniplacita de Cocoyoc... oh, pero tenía que llegar la noche y ese fatídico episodio de mi vida... que como ya está muy largo este pedo, se desarrollará en un subcapítulo anexo... enjoy.

2 comments:

Lilo said...

JAJAJAJA¡¡¡

La mamá es la que más figura en el relato, perooo eso de las boas y demas instrumentos teiboleros hacen contraste con la mamá autoritariaaaa que chido¡¡¡

Dormiste con Susu?, la suegra te dio trato especial por ser la que acepto a su orangután?, ashhh NO ME PUEDO PERDER EL PRÓXIMO EPISODIO¡¡

Metaaaaaaaal¡

Molly Jones said...

Yaaaa quiero el reeesto!

Dale, Bruja... nos hiciste esperar meeeses, ahora termina ¬¬