La lectura del cuento medio pinchurriento de Rox en
Recolectivo y la situación actual entre las relaciones internacionales, me llevan a pensar en la posibilidad de mi primer relación interracial... seee seee seee, ya sé que no hay mayor diversidad racial en México y que aquí hay mucho prieto y la chingada, pero me refiero a DE VERDAD diferencia de razas.
No digo que yo sea de un blanco que el Pan Bimbo envidiaría. Pero ¡oigan, me salen pecas con el sol! Y ultimadamadresmentes, no es una cuestión de colores, sino de principios culturales. Y bueno, va de nuevo... primero vayamos con los antecedentes:
En Alaska conocí a mucha gente. MUCHA. De Polonia, Francia, Islandia, RUSIA y muchos lugares más. Aquellos que siguen de cerca mi historia, saben las anécdotas del ruso. Y ps el ruso no es la gran novedad, porque güerito ojiazul he tenido ya en mi vida y la verdad es que ni siquiera son tan de mi gusto.
Pero además, conocí a Steve, quien verdaderamente se robaba los suspiros de mi ronco pecho. De veras, es que está bien bonito. Además, cuando estás entre tanto escultor, te enamoras primero de su obra, luego de su herramienta y luego de él. Por eso le perdí el respeto al Hielos, por la poca creatividad y capacidad de crítica que tenía.
Steve, en cambio, lleva la experiencia a cuestas. Es humilde, abierto a sugerencias, pero realmente ni las necesita. Su trabajo es increíble. Me parece que ya hablé de él antes, como escultor, porque estoy teniendo un deja vù. Así que pasemos a la parte personal. Steve es NEGRO como la Coca Cola, y me gusta tanto o más. No sólo es negro negrísimo del más oscuro que se puedan imaginar, es además todo un cliché rastafari: rastas tentáculos con los colores de la bandera de su patria, pasito cool al caminar, dicción cool al hablar (imagínense a la tortuga de Buscando a Nemo, todo cool y todo ok y ese es Steve) y además, como si no fuera suficiente, fuma mota y escucha reggae. ASÍ de cliché es.
He's a regular broda, yo'... ahCuando tuve la bronca con Hielos y abandoné el equipo, Steve fue el que me convenció de regresar. "No va a terminar solo, te necesita" me dijo con su inglés afrancesado. Y su blanquísima sonrisa y sus brillantes ojos me hicieron regresar. Cuando me encontró desconsolada por segunda ocasión, me abrazó y me dijo "no te preocupes, todo va a estar bien... hiciste todo lo que pudiste". Y yo me sentí EN-LA-GLO-RIA. Y si no me vine es que... no sé por qué, pero creo que de hecho sí.
Cuando los rusos lo invitaron a trabajar con ellos, Steve no quería aceptar. Estaba cansado, creía que había dado todo de sí con su Mighty Griffin. "Estás loco, Steve, tú puedes hacer más, estás hecho para algo más grandioso". Él, incrédulo, me miraba y me sonreía de a poco: "¿De verdad lo crees?" me preguntó. "Te garantizo que contigo, los ruskis van a ganar". Si Steve hubiera sabido lo que "así al chile" significa, se lo hubiera dicho. Pero le prometí una medalla, sin saber en qué lo había metido.
Y en mis rutas del tucker box, consentía a Steve, de paso a los ruskis puskis y a Chuck, pero especialmente a Steve. A él le guardaba sandwiches y se los llevaba entre el almuerzo y la cena. Compraba cigarros extras por si quería uno (sé que le gustan sin filtro, así que le compraba Lucky Strikes).
Cuando los ruskis puskis renunciaron después del Día de Calor que rompió muchas esculturas, la suya entre ellas, Steve y Chuck quedaron sin dirección y desconcertados. Stacey y yo los motivamos para que siguieran ellos dos y terminaran la pieza. Mientras, nos unimos a ellos para odiar en voz alta a los puskis.
Ahí estuve junto a Steve, hasta las 4 am que terminaron la pieza que les dio el primer lugar.
Ahí estuve cuando recibió su medalla, aplaudiéndole desde abajo del escenario.
Ahí estuve para recibir el tercer abrazo que dio: su hermana, su sobrino y yo.
Yo. Antes que los puskis.
Yo, antes que Chuck. Yo, antes que su cuñado y antes que cualquier otra persona, pero sobretodo, JUSTO después que su familia presente.
Yo."Gracias por convencerme, de no ser por ti no estaría aquí ahora mismo, muchas gracias Joanna". Escuchar su voz decir mi nombre con tanta alegría, fue mucho mejor que haber ganado una medalla. Bueno, ahí sí les puedo asegurar con los pelos de la burra en la mano, que me triplevine y casi lloro como virgen recién descorchada.
Ahora sí que al chile... ¡qué enculada estaba con él!
La última noche, fuimos a la fiesta de celebración algunos de los escultores y Ruski Sergey acaparó mi total atención. Bueno, él y sus numerosas botellas de vodka. Cuando David, el sobrino de Steve, se levantó para despedirse, de pronto caí en la cuenta de que posiblemente no volvería a ver a Steve nunca más en mi vida.
"Nooooooooo, quédense... no te lleves a tu tío aún" le dije a Dave, arrastrando
ligeramente las palabras.
"Eeeh, tú quieres algo con mi tío... tú quieres tirarte a mi tío, ¿verdad?" me dijo, con voz de cómplice y su sonrisa de ladito que compartía con su tío.
"Sería mentira si te dijera que no", respondí, envalentonada por el vodka.
Sin embargo, Steve no se quedó. No lo vi al día siguiente y el intercambio de datos ya lo habíamos hecho, así que tras despedirse, no volví a saber de él hasta hace unos meses.
Cuando gané el concurso de diseño del pin, todos los relacionados con la competencia se enteraron
(pinche Hielos, ¿a qué te supo la bilis, cabroncito?) gracias al boletín que manda la organización. Así fue que recibí una respuesta de Steve a un mail que le mandé dos días después de haber vuelto a México. Entiéndase que yo le escribí en marzo y él me vino contestando en agosto o septiembre, algo por el estilo.
Y para no hacerles el cuento largo, desde entonces Steve es una figura recurrente en mi bandeja de entrada, de mi facebook y del messenger. Y sin tanta chamarra y tanto frío, nos descubrimos otros aspectos de nuestras personalidades. Y me alegra su presencia, pero ahora es una presencia tantito más agresiva. Steve es directo, seductor y prácticamente un bombón. Simplemente encantador pero, es en estos casos cuando me pregunto ¿qué tan divertido es jugar así, tan de lejos? Porque si antes escuchar mi nombre de su voz me embobaba, que ahora me diga "babe, honey, sweetheart" ¿por qué no me pone la gallinita de cuero?
Me refiero a que... ¿no es lo que yo quería? ¿Un poco de azúcar morena, para endulzar mi negra vida? ¿Me intimida que ahora se haya vuelto sexual la relación, a pesar de que no hemos perdido lo cordial? No sé por qué no estoy dando maromas de felicidad, el saber que cuando vuelva a Alaska estará un morenazo mauriciano esperándome para darme un beso en el cuello. Y no, Sami... él no huele feo, aunque sea tan negro que se pierda en las fotos nocturnas.
No sé a qué le temo o a qué le tengo desconfianza. Si aún no pasa nada, aunque sé que pasará. Es esa certeza de que él ya no sólo me aprecia, ya también me respeta y mi considera una artista, no la novatita que le llevaba el chocolatito a mediodía, por el puro placer de ayudar. Y que, además... ¡me quiere dar de su chocolate macizo y buaaaa, qué miedo!
Miren que una fantasía hace poco ya se me hizo realidad... y disfruté una experiencia más allá de mis expectativas... no tengo miedo a que se me cumpla lo que se me antoja, me da más miedo encularme, más de un wey que vive del otro lado del planeta. ¿Será eso?