Si no ha leído usted los capítulos anteriores, por favor:
El interés tiene pies.
El interés tiene pies... reloaded.
El interés tiene pies... revolutions.
Después de la pizza, fuimos a comer helados. Después de eso, regresamos a casa y estuvimos en la alberca hasta que oscureció. Decidimos irnos a la cancha de fútbol, donde podríamos echas desmadre sin pedos de despertar a los Susunagas Padre y Madre. Así que nos repartimos tareas: Ámbar va por almohadas, Kenia le ayuda, su segura servidora va por sillas y así mientras los hombres (todos) iban por más gasolina (chelas y cigarros). Así es, se necesitan 7 hombres para eso. En fin.
Cuando me levanté, involuntariamente seguí a Ámbar al interior de la casa. Cuando iba de salida, Susu iba entrando.
-¿A one i-ba Uana?- me preguntó.
-Ah pues, este... de pendeja me metí porque yo iba por las sillas de junto a la alberca- le respondí a la tétrica figura en la oscuridad.
-Ah ueno...
Intenté salir, como alguien que se enfrenta a un pacífico mandril: tranquila, sin escándalos. Pero no lo logré. En el marco de la puerta, el mandril Nalgas de Jaimico me acorraló entre sus velludos brazos. Demasiado tarde para fingir la demencia que llevaba días aplicando para evitar esa situación. El momento que más temía había llegado. Ni siquiera podía mirarlo a la cara. Durante ese instante, pasaban por mi cabeza pensamientos como: en qué estaba pensando cuando dije que sí, no mames ¿está cacarizo o barroso?, ojalá llegara alguien ahorita, ¿si lo golpeo me dejará quedarme a dormir hasta mañana?, qué pendeja creo que no empaqué calzones para mañana, ¿le olerá la boca?, ¿me olerá la boca a mí?, oh no, está cada vez más cerca, ¿si me volteo me irá a besar a la fuerza?, guácala hasta acá escucho su respiración, ¿cómo podré dar la cara en sociedad después de esto?, ¿por qué nunca le dan cereal a los animales que quieren tantito? no es como si se fueran a morir, ¡no estudié para el examen de química!, bueno nunca estudias, ¡oh no, ya llegaron sus labios a los tuyos! AYUDAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA...
Puedo decir, sin temor alguno, que ha sido el peor beso de la historia, seguido del de Paniagua, un diciembre de 2001, cuando me babearon la cara hasta dejarla como medusa fuera del agua.
En su momento, a mis amigas les platiqué que besarlo era como si te metieras uno de esos Esterbrook grandotes en la boca y le dieras vueltas. Su lengua, tiesa y seca, me raspaba las paredes de mi pobre boquita que en ese momento recordaba aquellos dulces besos que había recibido anteriormente, sólo para evitar que la pizza, el helado y las chelas se regresaran y le garapiñaran la cara al gandul ese... lo cual hubiera sido una gran mejora.
Por fin, después de unos segundos que me parecieron una eternidad, se separó de mí. Yo creo que desde ese momento se dio tinta del asco que me daba, porque no volvió a intentarlo. Ningún tipo de acercamiento físico, NADA.
Afortunadamente.
Dos días después, para no hacerles el cuento largo, Manuel Susunaga cortó conmigo. Oh sí... él me cortó. Fue la ocasión en que un cortón me hacía feliz, inmensamente feliz. Ni siquiera pedí las razones, como pendejamente tenía la costumbre de hacer. Dije "ok" y proseguí con mi vida. La leyenda dice que me metí a llorar al baño, pero ¡bah! La leyenda soy yo, la valiente que se aventó por primera vez a amar a La Bestia... y vivió para contarlo. ¡De veras! O a ver, díganme dónde están Bárbara, la Mugronch o su otra novia la fea, para contarles sus memorias.
En fin... ya contado el chisme ¿qué pasa después? No sé... pero querían el fin, ¿no? Eco... finne.
El interés tiene pies.
El interés tiene pies... reloaded.
El interés tiene pies... revolutions.
Después de la pizza, fuimos a comer helados. Después de eso, regresamos a casa y estuvimos en la alberca hasta que oscureció. Decidimos irnos a la cancha de fútbol, donde podríamos echas desmadre sin pedos de despertar a los Susunagas Padre y Madre. Así que nos repartimos tareas: Ámbar va por almohadas, Kenia le ayuda, su segura servidora va por sillas y así mientras los hombres (todos) iban por más gasolina (chelas y cigarros). Así es, se necesitan 7 hombres para eso. En fin.
Cuando me levanté, involuntariamente seguí a Ámbar al interior de la casa. Cuando iba de salida, Susu iba entrando.
-¿A one i-ba Uana?- me preguntó.
-Ah pues, este... de pendeja me metí porque yo iba por las sillas de junto a la alberca- le respondí a la tétrica figura en la oscuridad.
-Ah ueno...
Intenté salir, como alguien que se enfrenta a un pacífico mandril: tranquila, sin escándalos. Pero no lo logré. En el marco de la puerta, el mandril Nalgas de Jaimico me acorraló entre sus velludos brazos. Demasiado tarde para fingir la demencia que llevaba días aplicando para evitar esa situación. El momento que más temía había llegado. Ni siquiera podía mirarlo a la cara. Durante ese instante, pasaban por mi cabeza pensamientos como: en qué estaba pensando cuando dije que sí, no mames ¿está cacarizo o barroso?, ojalá llegara alguien ahorita, ¿si lo golpeo me dejará quedarme a dormir hasta mañana?, qué pendeja creo que no empaqué calzones para mañana, ¿le olerá la boca?, ¿me olerá la boca a mí?, oh no, está cada vez más cerca, ¿si me volteo me irá a besar a la fuerza?, guácala hasta acá escucho su respiración, ¿cómo podré dar la cara en sociedad después de esto?, ¿por qué nunca le dan cereal a los animales que quieren tantito? no es como si se fueran a morir, ¡no estudié para el examen de química!, bueno nunca estudias, ¡oh no, ya llegaron sus labios a los tuyos! AYUDAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA...
Puedo decir, sin temor alguno, que ha sido el peor beso de la historia, seguido del de Paniagua, un diciembre de 2001, cuando me babearon la cara hasta dejarla como medusa fuera del agua.
En su momento, a mis amigas les platiqué que besarlo era como si te metieras uno de esos Esterbrook grandotes en la boca y le dieras vueltas. Su lengua, tiesa y seca, me raspaba las paredes de mi pobre boquita que en ese momento recordaba aquellos dulces besos que había recibido anteriormente, sólo para evitar que la pizza, el helado y las chelas se regresaran y le garapiñaran la cara al gandul ese... lo cual hubiera sido una gran mejora.
Por fin, después de unos segundos que me parecieron una eternidad, se separó de mí. Yo creo que desde ese momento se dio tinta del asco que me daba, porque no volvió a intentarlo. Ningún tipo de acercamiento físico, NADA.
Afortunadamente.
Dos días después, para no hacerles el cuento largo, Manuel Susunaga cortó conmigo. Oh sí... él me cortó. Fue la ocasión en que un cortón me hacía feliz, inmensamente feliz. Ni siquiera pedí las razones, como pendejamente tenía la costumbre de hacer. Dije "ok" y proseguí con mi vida. La leyenda dice que me metí a llorar al baño, pero ¡bah! La leyenda soy yo, la valiente que se aventó por primera vez a amar a La Bestia... y vivió para contarlo. ¡De veras! O a ver, díganme dónde están Bárbara, la Mugronch o su otra novia la fea, para contarles sus memorias.
En fin... ya contado el chisme ¿qué pasa después? No sé... pero querían el fin, ¿no? Eco... finne.