Los rumores, que más que rumores eran verdades enaltecidas, decían que era hijo de uno de los socios de la escuela (era una escuela muy cutre, ni pa' socios daba... lo que querían decir es que el ñor dejó caer la lana para que aceptaran a su hijo... como si eso hubiera sido necesario, ¡JA!), que estudiaba en el CUAM, escuela de gran prestigio en mis tiempos, pero que tuvo que salirse por problemas con otro niño pudiente, que tenía problemas en el área del lenguaje porque una vez paseaba por la playa con su novia y unos vándalos playeros los interceptaron, quisieron violar a la nena y él por defenderla recibió un tubazo en la cabeza, lo que lo dejó hablando como tarado. ¡Ah, las leyendas y los mitos urbanos!
Obviamente, los rumores llegaron al salón antes que el personaje en cuestión. Así que mi imaginación voló: ¿cómo era? ¿Guapo, atractivo, varonil? ¿Cómo hablaría? ¿Tartamudo, entrecortado, como Yoda? Las posibilidades eran infinitas. Además, porque después de esos pocos meses en el salón, ya había repasado a todos los hombres y sólo había uno que otro decente. Así que me hacía falta carne fresca y mejor de la que había... que hubiera resultado en simplemete OK, porque para ser franca lo único memorable de ese salón fue la presencia de Mauro Malacara y Jorge... no recuerdo su apellido.
Mientras fumábamos en el balcón de nuestro primer piso, Fabián salió y nos señaló a alguien. "Miren, ese es el nuevo". Kenia y yo volteamos hacia donde apuntaba su dedo y yo sólo lograba ver a un esmirriado flacucho y al hijo de Donkey Kong con una playera de las chivas... oooomaicoooood, no por favor. Pues sí. Manuel Susunaga era su nombre y las Chivas eran su pasión.
Susunaga se adaptó muy bien a la dinámica del salón... más bien no. Nunca hablaba en clase y todos nos moríamos de ganas de escucharlo. Fabián había estudiado con él en la secundaria, así que casi inmediatamente se volvió su chalán. Nadie se atrevía a dirigirle la palabra, pues su semblante no era muy... amistoso. Fabián fue su voz por mucho tiempo. Incluso los maestros caían en la dinámica de nunca preguntarle nada... yo creo que la orden venía de arriba.
Y así pasaron los días hasta que escuché unos balbuceos salir de la cafetería. Una especie de gruñidos y palabras entrecortadas, especialmente carentes de consonantes... descubrí al entrar que era la primera vez que escucharía esa terrible voz a la que sólo con la práctica llegaría a entender. Esa voz se volvió cultura pop en mi grupo. "E pa oooooooooooo", "U ma a ueeeeeeeei" "omo eg aaaaaaaaaaaaaas", sólo escribirlas me hace soltar sonoras carcajadas, que sé no entenderán porque no conocieron a Susunaga, ash los odio!!
Un día, mientras Sarahí, Bárbara, Kenia y yo estábamos fumando en el patio, Fabián se acercó con cara de "traigo noticias". Se sentó frente a mí y dijo: "Manuel me confesó una cosa y creo que deben saberlo". La intriga era tanta como saber los resultados de la contienda electoral de San Felipito Rey en el municipio de Tepiscoloyo. Sin embargo, nuestros semblantes indiferentes no desalentaron a Fabián de soltar la sopa.
"A Manuel (por qué era el único en decirle así, nunca lo sabré) le gustan dos de ustedes y está pensando en a quién llegarle".
Ahí fue donde nuestra tranquilidad se rompió por un sonoro y unísono "waaaaaaaaaaaaaaaaak".
¿Quieren saber quiénes eran las dos suertudas? Seguramente ya se darán una idea, pero ya me dio hueva seguir escribiendo, además ya está larguísimo este post. Besitos, que tengan un excelente fin de semana.